¿En qué consiste la técnica de la Tortuga?

De la misma manera, se enseña al niño a replegarse dentro del caparazón imaginario cuando se sienta amenazado, al no poder controlar sus impulsos y emociones ante estímulos ambientales, etc.
Se enseña al niño a responder ante la palabra clave “tortuga”, encogiéndose, cerrando su cuerpo, metiendo la cabeza entre sus brazos.
Después de que el niño ha aprendido a responder a la tortuga, se le enseña a relajar sus músculos mientras hace la tortuga. La relajación es incompatible con la elevación de la tensión de los músculos necesaria para mostrar una conducta disruptiva/agresiva y, por tanto, decrece la probabilidad de la ocurrencia de esta conducta.
La técnica de la Tortuga puede ayudar a los niños a aprender a expresar sus sentimientos. Cuando un niño impulsivo da golpes sin mirar a quién, puede estar expresando una emoción legitima pero de una forma inadecuada y las consecuencias que se derivan de su acción pueden ser negativas para él y/o para los otros. Con la técnica de la Tortuga se enseña al niño a canalizar la expresión de sus emociones de una manera apropiada. En esencia se trata de enseñar la distinción entre aserción y agresión.
La historia inicial
“Antiguamente había una hermosa y joven tortuga, tenia 6 (7, 8,…) años y
acababa de empezar el colegio. Su nombre era Pequeña Tortuga. A ella no le
gustaba mucho ir al Cole, prefería estar en asa con su hermano menor y con su
madre. No le gustaba aprender cosas en el colegio, ella quería
correr, jugar… era demasiado difícil y pesado hacer fichas y copiar de la
pizarra, o participar en algunas de las actividades. No le gustaba escuchar al
profesor, era más divertido hacer ruidos de motores de coches que algunas de
las cosas que el profesor contaba, y nunca recordaba que no los tenia que
hacer. A ella lo que loe gustaba era ir enredando con los demás niños, meterse
con ellos, gastarles bromas. Así que el colegio para ella era un poco duro.
Cada día en el camino hacia el colegio se decía a si misma que lo haría lo
mejor posible para no meterse con ellos. Pero a pesar de esto era fácil que
algo o alguien la descontrolara, y al final siempre acababa enfadada, o se
peleaba, o le castigaban. “Siempre metida en líos” pensaba “como siga así voy a
odiar al colegio y a todos.” Y la Tortuga lo pasaba muy pero que muy mal. Un
día de los que peor se sentía, encontró a la más grande y vieja Tortuga que
ella hubiera podido imaginar. Era un vieja Tortuga que tenia más de trescientos
años y era tan grande como una montaña. La Pequeña Tortuga le
hablaba con una vocecita tímida porque estaba algo asustada de la
enorme tortuga. Pero la vieja tortuga era tan amble como grande y estaba muy
dispuesta a ayudarla: “¡Oye! ¡Aquí!” dijo con su potente voz, “Te contaré un
secreto. ¿Tú no te das cuenta que la solución a tus problemas la llevas encima
de ti?”. La Pequeña Tortuga no sabia de lo que estaba hablando. “¡Tu
caparazón!” le gritaba “¿para qué tienes tu concha? Tu te puedes esconder en tu
concha siempre que tengas sentimientos de rabia, de ira, siempre que tengas
ganas de romper, de gritar, de pegar…Cuando estés en tu concha puedes descansar
un momento, hasta que ya no te sientas tan enfadad. Así la próxima vez que te
enfades ¡Métete en tu concha! A la Pequeña Tortuga le gustó la idea, y estaba
muy contenta de intentar este nuevo secreto de la escuela.
Al día siguiente ya lo puso en práctica. De repente un niño que estaba
cerca de ella accidentalmente le dio un golpe en la espalda. Empezó a sentirse
enfadada y estuvo a punto de perder sus nervios y devolverle el golpe, cuando,
de pronto recordó lo que la vieja tortuga le había dicho. Se sujetó los brazos,
piernas y cabeza, tan rápido como un rayo, y se mantuvo quieta hasta que se le
pasó el enfado. Le gustó mucho lo bien que estaba en su concha, donde nadie le
podía molestar. Cuando salió, se sorprendió de encontrarse a su profesor
sonriéndole, contento y orgulloso de ella. Continuó usando su secreto el resto
del año. Lo utilizaba siempre que alguien o algo le molestaba, y también cuando
ella quería pegar o discutir con alguien. Cuando logró actuar de esta forma tan
diferente, se sintió muy contenta en clase, todo el mundo le admiraba y querían
saber cuál era su mágico secreto”. “La Pequeña Tortuga iba a la escuela
cada día más contenta, y se introducía dentro de su concha cada vez que otros
niños le pegaban, le insultaban, le rayaban su hoja, o cuando ella se
encontraba rabiosa, enfadada sin saber muy bien el motivo… Su profesor estaba
muy contento y le animaba a que lo siguiera haciendo y a veces le premiaba.
Pero la Pequeña Tortuga en ocasiones tenia sensaciones de enfado o rabia, o se
encontraba mal después de que se metiera en su concha y aunque se quedara allí
no desaparecían. Ella quería ser buena, llevarse bien con sus compañeros
obtener el premio que a veces le daban, pero los sentimientos de
enfado a veces eran muy fuertes y le tentaban diciéndole “pequeña
Tortuga, por qué no le devuelves el golpe cuando el profesor no te
está mirando y te quedas ahí tan tranquila,…” La Tortuga no sabía que hacer,
estaba muy desconcertada, ella quería meterse dentro de su concha pero estos
sentimientos de enfado la tentaban para hacerlo mal.
Entonces recordó a la vieja y sabia Tortuga que la había
ayudado hacía tiempo. Antes de ir a la escuela corrió a la casa de la enorme
Tortuga, se lo contó todo y le preguntó que podría hacer. Le dijo:
“tengo sentimientos de enfado en mi estómago después de meterme en mi concha.
Los sentimientos me dicen que pegue, pero yo no me quiero meter en
líos, ¿Qué puedo hacer para detener mis sentimientos de enfado?”.
La Tortuga más sabia de las sabias Tortugas de la ciudad, que tenía la
respuesta, sacudió por un momento su cabeza, se quedó un rato callada, y
entonces le dijo a la pequeña Tortuga: “Cuando estés dentro de tu concha,
relájate. Suelta todos tus músculos, y ponte en situación como si te fueras a
dormir, deja que tus manos cuelguen, relaja tus pies, no hagas nada de fuerza
con tu tripa, respira lenta y profundamente, deja ir todo tu cuerpo y los
sentimientos de enfado también se irán… piensa en cosas bonitas y agradables
cuando te estés relajando. Si no te sale yo le diré a tu profesor que te
enseñe.”
A la pequeña Tortuga le gustó la idea. Al día siguiente cuando fue a la
escuela se lo contó a su profesor todo lo que la vieja Tortuga le había
enseñado. Cuando un compañero le hizo rabiar se metió en su concha y se relajó.
Soltó todos sus músculos y se quedó un ratito fijándose como la tensión y los
malos sentimientos desaparecían. La Tortuga se puso muy contenta, continuó
consiguiendo más premios y alabanzas y al profesor le gustó tanto la idea que
le enseñó a toda la clase.”
Recompensas
Se ha encontrado que con niños particularmente disruptivos, las alabanzas
algunas veces no funcionan como refuerzo. En estos casos se puede utilizar
caramelos, gominolas,… No hay que dudar en utilizar este tipo de refuerzos al
principio si los niños no responden a las alabanzas. Los refuerzos se tienen
que dar inmediatamente y contingentemente a la respuesta de la Tortuga.
Los niños no utilizaran la técnica si no son recompensados por realizarla.
Se refuerza cualquier intento de Tortuga que el niño haga. Cuando se vea a los
niños realizando alguna de las conductas disruptivas objetivo se les
debe dar la indicación de realizar la Tortuga. Se puede decir algo
como: “Tortuga” o “Ahora puedes hacer la Tortuga”. Se les incita a ello y se
les refuerza inmediatamente si la realizan.
Es probable encontrar a los niños emitiendo la respuesta de la Tortuga para
obtener el refuerzo. Esta situación es más probable que se de si se están utilizando
refuerzos externos tales como caramelos, golosinas,… mientras que algunas de
estas situaciones pueden ser apropiadas para la Tortuga, otras no lo son. Es
preciso enseñar a los niños a discriminar entre las situaciones de Tortuga
adecuadas de las situaciones de Tortuga inadecuadas. Antes de enseñarles la
discriminación se debería tener la definición clara de respuestas apropiadas e
inapropiadas de la Tortuga.
La relajación
Con el fin de conseguir una relajación profunda, es preciso comenzar
diferenciando entre estados de tensión y de relajación de cada músculo. Esta
habilidad se puede enseñar en dos fases:
• Se practica tensar y
relajar los grupos de músculos variados en el cuerpo alternativamente y se van
dando instrucciones para que se centren en las distintas sensaciones que se
tiene si un músculo está tenso o si está relajado.
• Una vez que sepan
relajarse siguiendo estas instrucciones, se les propondrá relajar los músculos
sin tensar previamente.
Primera fase. Tensar y soltar
Los músculos se relajan siguiendo más o menos el siguiente orden:
• Apretar bien las manos.
• Doblar los brazos en arco en dirección a los hombros
para tensar los brazos.
• Estirar las piernas como si quisieras tocar lo
que tienes enfrente de ti.
• Apretar firmemente los labios uno contra otro.
• Cerrar los ojos
fuertemente.
• Empujar el estomago
hacia arriba.
• Coger aire
profundamente, llenar los pulmones, retenerlo.
Es importante presentar las instrucciones de relajación, despacio, con voz
monótona, y con pocos cambios en la inflexión de la voz.
Fase II:
Relajando
Cambio en el sistema de refuerzos
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